¿Están preparados los bancos para la implementación de los Principios de Banca Responsable?

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Con el apoyo de de las Naciones Unidas, a finales de 2018, 28 bancos de todo el mundo desarrollaron los Principios de Banca Responsable (PBR) para la alineación de las estrategias del sector financiero a nivel global con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los Acuerdos de París sobre cambio climático, contribuyendo así a la creación de un futuro más sostenible.

Actualmente se encuentran en periodo de consulta pública global y diferentes entidades financieras siguen adhiriéndose a la iniciativa. La firma definitiva se realizará en septiembre de 2019 en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.

El documento se materializa en seis principios que abogan por el establecimiento de un estándar mundial único sobre lo que implica ser un banco responsable, integrando criterios de sostenibilidad a lo largo de toda la cadena de valor.

El primer principio establece que los bancos adheridos deberán comprometerse a alinear sus actividades financieras con los ODS y el Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Es importante que este principio no se convierta en una mera declaración de intenciones fruto del oportunismo y que esté bien argumentado por acciones concretas y cuantificables, así como por estrategias transparentes y sólidas. Para conseguirlo, es importante que el compromiso se extienda por toda la organización y que existan campañas de concienciación internas que transmitan la misión del banco.

Atendiendo al segundo principio, es primordial realizar como punto de partida un estudio pormenorizado de la actividad financiera del banco, identificando los activos que actualmente generan un impacto positivo o negativo, así como los potenciales impactos que pueden generar en el futuro (i.e. activos varados). Para ello es necesario contar con unas directrices comunes que permitan clasificar con rigor los activos que generan un impacto positivo.

Una taxonomía para la sostenibilidad

Desde la perspectiva ambiental y alineada con los objetivos del Acuerdo de París, dentro del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea (CE) se ha desarrollado una taxonomía con el objetivo de brindar orientación práctica a los responsables de la formulación de políticas públicas, a la industria y a los inversores sobre la mejor manera de apoyar e invertir en actividades económicas que contribuyan a lograr una economía baja en carbono. Esta taxonomía se enmarca en el marco legislativo de la Unión Europa, pero el resto de los países podrían asumirla a la hora de identificar aquellos sectores y proyectos con impacto ambiental positivo o negativo.

Aunque la parte puramente medioambiental pueda estar salvada con la taxonomía de la CE, todavía quedaría la clasificación de proyectos y su impacto según su consecución a los ODS, y actualmente no existe un marco común a nivel internacional que permita realizar esta categorización con la base científica y la transparencia deseadas.

Teniendo en cuenta que los PBR serán asumidos por bancos de distintas partes del mundo, con características económicas, políticas y culturales muy diferentes, es necesario que exista homogeneidad a la hora de clasificar las carteras según el impacto social y ambiental de los activos.

Por ello, sería recomendable acompañar a la creación de estos principios la elaboración de un sistema de clasificación común alineado con los ODS y los Acuerdos de París que establezca unos criterios base para la correcta selección de proyectos y sectores en los que invertir. Es necesario también que se tengan en cuenta las particularidades de cada banco atendiendo a las características geográficas, políticas, económicas y culturales de la región donde se encuentran, estableciendo así un sistema de clasificación equitativo y honesto que tenga una contribución real y cuantificable al desarrollo sostenible.

Bidireccionalidad, gobernanza y transparencia

El principio que hace referencia a clientes es el tercero y establece que hay que trabajar de forma activa con ellos para promover prácticas sostenibles.

Por un lado, es imprescindible trabajar junto con los clientes para conocer sus necesidades y así poder ofrecer productos que atiendan a sus demandas y contribuyan al desarrollo sostenible. Para ello, entre otras medidas, es recomendable establecer canales de comunicación bidireccionales e informar proactivamente de los valores y compromisos que asume el banco para contribuir a un futuro más sostenible.

Pero, por otro lado, es necesario desarrollar incentivos que promuevan el cambio en los modelos de inversión, producción y consumo de los clientes. En este contexto, será necesario la creación de políticas públicas transversales en lo social, ambiental y económico que den las señales necesarias para ir en esta dirección y que acompañen a las decisiones de los bancos en este ámbito.

Además, para la correcta implementación de los principios es necesaria la involucración de los grupos de interés de forma activa y continua, tal y como aboga el cuarto principio. Es importante involucrar a todos aquellos actores afectados directa o indirectamente por las actividades de los bancos a la hora de implementar estos principios, teniendo en cuenta las diferentes perspectivas y sumando sinergias para la contribución al desarrollo sostenible.

El quinto principio hace referencia a gobernanza y fijación de objetivos. En este contexto, será necesario involucrar a las altas esferas en el proceso, integrar la sostenibilidad a lo largo de todas las áreas de negocio a través de la elaboración de políticas y procedimientos que aseguren una gestión sostenible y establecer objetivos con rigor científico y comparables entre bancos.

Es fundamental establecer metodologías comunes para la selección de objetivos que permitan posteriormente realizar una comparación honesta de la consecución de los objetivos fijados y medir el impacto generado. De nuevo, la fijación en el tiempo de los objetivos deberá adaptarse a los márgenes de maniobra con los que cuentan los bancos atendiendo a su contexto y características individuales, aplicando siempre el principio de equidad.

Además, deberán de ser objetivos fijados a corto, medio y largo plazo. Hay que recordar que las principales estrategias internacionales de desarrollo sostenible incluyen medidas a medio y largo plazo, por lo que si queremos que las estrategias empresariales del sector privado estén alineadas para contribuir a un desarrollo sostenible real tienen que manejar los mismos plazos temporales.

Por último, el principio número seis hace referencia a uno de los criterios más importantes: la transparencia. Es necesario que exista transparencia y rigor a lo largo de todo el proceso, publicando periódicamente los impactos positivos y negativos que se están obteniendo y disponiendo de la información necesaria para entender perfectamente los mecanismos y las estrategias implementadas para cumplir con los principios de banca responsable.

Recientemente, la Federación Bancaria Europea ha reconocido que las entidades bancarias “necesitarán más tiempo para desarrollar objetivos a largo plazo” que permitan alinear las estrategias empresariales con los Acuerdos de París y la Agenda 2030. Es necesario transformar por completo ciertos modelos empresariales para la correcta implementación de los PBR y actualmente, los bancos a nivel mundial no disponen de los recursos suficientes para implementarlos. Así mismo, la falta de metodologías y marcos comunes que faciliten la implementación de los principios hace que muchos bancos dejen de adherirse a esta iniciativa.

Aunque los PBR son indudablemente un avance en la correcta dirección para la transformación del sistema financiero hacia un modelo sostenible y alineado con las principales iniciativas internacionales en este ámbito, es necesario establecer criterios científicos y comunes que permitan cuantificar de forma rigurosa el impacto que puede generar la implementación de estos criterios en el sistema bancario a nivel mundial. Además, es necesario acompañarlos de políticas públicas que marquen el camino correcto.

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