Hacia un nuevo orden mundial: entre la competitividad y la sostenibilidad 

El pasado 17 de marzo tuvo lugar una nueva Aula Gabeiras de finanzas sostenibles organizado por la Fundación Gabeiras, Triodos Bank y Gabeiras. En esta ocasión, el foco se puso en analizar las claves para entender el nuevo contexto geopolítico marcado por la vuelta de Donald Trump a la presidencia de EE. UU., y el impacto que está generando en la economía y los mercados financieros, así como en la agenda de la sostenibilidad con el consecuente viraje de la Unión Europea reflejado en la Brújula de la Competitividad y el paquete Ómnibus I. 

El encuentro, contó con la ponencia de la politóloga Cristina Monge, referencia en cuanto a gobernanza climática y de calidad democrática. Monge realiza estudios sobre la materia en centros de investigación como Globernance, BC3, la Fundación Atelier itd, o en el patronato de Ecodes, de Fundesplai y de la Fundación Avanza. Con la moderación de nuestra Of Counsel, Inés García-Pintos, Monge comenzó con el análisis del diseño de la agenda de la sostenibilidad de la UE en línea con una economía resiliente y justa, que, frente al contexto de las últimas décadas apalancado en el multilateralismo, el paradigma actual cambia radicalmente con la llegada de Trump, configurando un nuevo Orden Mundial que afecta a Europa y que tiene implicaciones geopolíticas más allá del continente europeo. Estas implicaciones generan una sensación de desprotección y de incertidumbre ante los mercados, y si hay algo que caracteriza a la historia de Occidente, es la búsqueda de certezas, por lo que resulta fundamental identificar cuáles son las tendencias que se están dando en este contexto, y es preciso cuestionarse si son cuestiones novedosas o ya estaban pasando previamente a la llegada de Trump. 

Durante el aula, Monge advirtió que, más allá de la investidura de posesión de Trump en enero de 2025, ya el 5 de noviembre de 2024 conocíamos su regreso a la Casa Blanca al conocer el escrutinio en las urnas tras las elecciones de Estados Unidos y que arrojaban los resultados esperados en las encuestas. Sumemos, además, en la esfera económica, que De Laurentis, Gobernador de Florida, llevaba ya casi dos años señalando la penalización de aquellas empresas o fondos de inversión que presumieran o pusieran encima de la mesa criterios ESG en sus inversiones.  

Por ello, se puede afirmar que ya entonces comenzaron a darse prácticas de greenhushing como resultado a estas penalizaciones previas a la política de Trump, reforzado en la actualidad, ya que como mencionó Monge, cada vez hay más empresas que “optan por mantener sus políticas ambientales y sus niveles de inversión verde, y lo hacen sin comunicarlo más allá de lo que pide la ley, para que no se les penalice y para no someterse a un escrutinio excesivo que les ponga en el ojo del huracán y les pueda generar problemas posteriores.” 

Los cambios que están ocurriendo a nivel global son constantes, lo que hace necesario observar y analizar día a día cómo evoluciona el panorama. Nos enfrentamos a un contexto incierto y desconocido. A pesar de la situación actual, no parece haber una desinversión significativa en iniciativas verdes, ni las compañías petroleras parecen estar adoptando de forma masiva la consigna de «Drill, Baby, Drill». No obstante, sí se ha identificado un fenómeno nuevo: el llamado «efecto bumerán». Un ejemplo de ello es el caso de The People’s Pension, uno de los fondos de pensiones del Reino Unido, que decidió cambiar de gestora después de que la anterior anunciara su intención de abandonar los criterios ESG. 

Inés García de Pintos apuntó que durante el primer Green Deal los dos pilares que lo guiaban eran la sostenibilidad y la digitalización y preguntó si estos se mantienen o si existen otros nuevos como la competitividad o la seguridad. Para responder a ello, Monge explicó que es importante aclarar la diferencia entre defensa y seguridad, estando la defensa relacionada directamente con las inversiones en el rearme. Sin embargo, la democracia, la libertad, la lucha contra las desigualdades y el estado de bienestar siguen siendo los pilares fundamentales de Europa, los que garantizan la seguridad ciudadana, pero estos podrían verse comprometidos si se priorizase una inversión masiva en políticas de defensa en detrimento de las políticas de cohesión social.

La coyuntura política actual también obliga a replantear el tipo de relaciones y alianzas tácticas que Europa establece con otros países, especialmente cuando hay coincidencias en temas como el cambio climático, pero divergencias, por otro lado, en cuestiones clave como la defensa de los Derechos Humanos. En cuanto a los principales retos que enfrentan los valores europeos, se destacaron las llamadas “tres D”: la gestión de las diferencias internas dentro del continente, la creciente desigualdad y la desconfianza hacia las instituciones, tanto a nivel de los Estados miembros como de la propia Unión Europea. Como Cristina Monge señaló durante el encuentro, “las democracias son sistemas de confianza institucionalizada y si esa confianza cae los suelos, la amenaza se multiplica. Entonces hay que reabrir todos los debates que haya que reabrir, teniendo en cuenta que tenemos unos valores que defender y que están amenazados. El cuestionamiento de Europa viene mucho gracias a esa desconfianza institucional que ha crecido en los últimos años.” 

No obstante, el nuevo contexto geopolítico también abre un escenario de optimismo y oportunidades. La sostenibilidad debe convertirse en un objetivo compartido entre los sectores público, privado, social y tecnológico. Sin embargo, cuando una parte del ámbito público se desvincula de este compromiso —como podría ser el caso de figuras como Donald Trump— todo equilibrio se ve afectado. Por ello, resulta más importante que nunca poner en valor el papel del sector público y la necesidad de que existan directrices claras que sirvan de base para sentar a los demás actores a la mesa. La acción pública no solo marca el rumbo, sino que cuenta con la legitimidad democrática para hacerlo. Este es el momento de demostrar lo que se lleva diciendo desde hace tiempo: que la sostenibilidad, además de necesaria para el planeta, es rentable. 

Durante décadas se ha repetido que no se trata solo de hacer lo correcto, sino de tomar decisiones que también son económicamente viables. Ahora que desde fuera se empiezan a cuestionar estos principios, existe una oportunidad de reafirmarlos y demostrar su valor. “Es el momento de ordenar prioridades, clarificar estrategias y avanzar con más determinación. Creo firmemente que estamos ante una oportunidad de oro para transformar los problemas que Europa lleva tiempo arrastrando, como la creciente desconfianza institucional, y convertirlos en una ocasión para reforzar nuestros valores y construir un futuro más sólido”, concluía Cristina Monge.

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